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Creatividad con Propósito
La contaminación lumínica.

La contaminación lumínica.

 

Si quieres ver estrellas de verdad, no mires hacia arriba: cierra los ojos y huye. 

 

 



Primera Cortina: Sólo un resplandor pálido y desvalido



POR MAURICIO ANGELES

Si miras al cielo de una noche despejada. Encuentras pocas estrellas, Sirio, Aldebarán o Betelgeuse, sólo las mas intensas y podrás mirar uno que otro planeta. El cielo que olvidamos y nuestro derecho a la noche, con un eco de luz atrapada en la atmósfera. Y no siempre fue así.

La contaminación lumínica es la causa invisible de nuestra era. Nos roba el cielo nocturno, altera nuestros ritmos biológicos y perturba el delicado equilibrio de los ecosistemas. Pero, ¿quién se queja? Hace unas décadas en el pueblo de Chapa de Mota, acompañando a mi padre y sus amigos astrónomos, vi una Vía láctea tan llena y luminosa que me dió miedo, se había roto de algún modo y sentía que me caía. Hace una década en una de las luminarias de Salamanca, retratábamos la Vía láctea con alumnos, pero apenas y era visible. En un mundo donde la noche nunca llega del todo, ¿cómo recordamos lo que significa la oscuridad?

¿Estás prestando atención?

Nací en el Distrito Federal, porque así se le llamaba a la CdMx y las estrellas solo existían en libros y planetarios. De niño no tomas conciencia de grandes cosas. Pero comencé a acompañar a mi padre a la zona arqueológica de Xochicalco en las madrugadas de los solsticios. Su investigación consistía en documentar la salida del sol, y yo iba con él, esperando el amanecer desde los templos en la plaza de la estela.

Ahí estaban. Miles de estrellas. Millones. Como si alguien hubiera quitado un velo.

Pero con los años, el paisaje cambió. Primero, las luces de las ciudades cercanas comenzaron a devorar el horizonte. Luego, el pequeño pueblo de Xochicalco al pie de la zona arqueológica se iluminó con lámparas blancas que nunca se apagaban. Finalmente, el aeropuerto cercano se convirtió en una constelación artificial de luces parpadeantes.

 

Las estrellas menguaron, se diluyeron en un resplandor sucio. Es el mapa de nuestra existencia, pero hemos olvidado cómo leerlo.

 

La contaminación lumínica es eso: un velo artificial que nos separa del cosmos. Un filtro impuesto por nuestra propia mano, que nos desconecta de lo que alguna vez nos guió, nos inspiró, nos definió como humanidad. Ahora nuestras ciudades son jaulas de luz artificial. Si antes el cielo era un lienzo negro salpicado de diamantes, hoy es una pantalla gris con el brillo saturado al 100%. Y no, no se puede bajar el contraste desde los ajustes.

Piensa en esto: nuestros ancestros navegaban océanos guiados por estrellas que hoy apenas podemos ver. Construyeron mitologías enteras basadas en constelaciones que han desaparecido tras el resplandor de los rascacielos, aquí en la Ciudad de México conocemos «Orión» el – cazador tras el escorpión – por que su cinturón son nuestros 3 reyes magos, porque está al norte temprano en la época de mayor viento y noches despejadas, además con estrellas intensas, pero no vemos tanto la nebulosa que es la espada. Y otra estación del año, de madrugada busca al escorpión huir de él, en México saldrá del Este, es una serie de estrellas con un corazón rojo intenso que se llama «Antares».

Apagamos la noche, y con ella, no tenemos idea de lo que algún día fuimos como humanos. – El ser humano escucha que el sueño es llegar a Marte y la promoción del mes en un hotel en la luna – pero no podemos ver las estrellas. El resplandor urbano las ha borrado de nuestra inspiración, y los cielos nocturnos han pasado de ser poesía visual a un triste “error 404: estrellas no encontradas”



Segunda Cortina: No hay noche más oscura que la de una ciudad iluminada.



Las noches estrelladas han inspirado a poetas, pintores, científicos y soñadores desde épocas tan lejanas, que sólo son mito. Pero hay algo más: la noche no es solo belleza, también es necesidad.

Los humanos, como todas las criaturas del planeta, estamos diseñados para la alternancia entre luz y oscuridad. Nuestro cuerpo sigue un ritmo que ha existido desde que el primer homínido levantó la cabeza y vio el cielo nocturno. Cuando la luz artificial invade la noche, ese ritmo se rompe.

No dormimos bien. Nos enfermamos más. Nos sentimos agotados sin razón aparente.

Los animales nocturnos, se desorientan y no me refiero a los que vivimos la noche desenfrenada. Las aves migratorias pierden su camino. Las tortugas marinas recién nacidas, en lugar de ir al mar, siguen la luz de una autopista.

Y el problema no es la luz. Hace poco leía sobre las Reformas Borbónicas en la época Colonial, en donde se iluminarían las calles y plazas de las ciudades del Imperio Español en América con dinteles de fuego y aceites, un siglo después de las independencias latinoamericanas llega la guerra de las corrientes – deben investigar esa historia es fascinante – donde Edison y Tesla se enfrentan por iluminar definitivamente las ciudades con luz eléctrica, y ahora anuncian corredores seguros, con un programa de renovación y ampliación del alumbrado publico, para mejorar la vida y seguridad de capitalinos por las tardes. Realmente esas luminarias de Led laterales hacen lucir las calles hermosas. Pero el exceso, la sobrecarga, la incapacidad de permitir que la oscuridad haga su trabajo en una ciudad que debe ser productiva, eficiente y segura. Tiene consecuencias.

Y sin embargo, algunos se niegan a rendirse. Hay quienes persiguen la oscuridad con la misma devoción con la que los exploradores buscaban nuevas tierras. Los fotógrafos de cielos nocturnos han desarrollado estrategias casi ninja para evadir la contaminación lumínica: filtros especializados, exposiciones múltiples, ediciones meticulosas, inteligencia artificial… pero la realidad es que cada año, la oscuridad se vuelve más difícil de encontrar.

Las nuevas generaciones crecen sin haber visto la Vía Láctea, sin saber que el cielo puede ser un espectáculo más fascinante que cualquier lampara proyector de laser y nebulosas, que puedes encontrar en Amazon en forma de astronauta. Paul Bogard lo dice claro:

 

Estamos criando una generación que nunca ha experimentado la verdadera oscuridad.

 

Pero hay esperanza para resguardar esa parte de la humanidad. Algunos lugares están peleando por recuperar la noche. Ciudades como Flagstaff, Arizona, han adoptado regulaciones para reducir la contaminación lumínica. Países como Chile han protegido sus observatorios con leyes específicas. Y movimientos como Globe at Night buscan despertar la conciencia global sobre este problema.

No puedes apagar la luz de una ciudad, porque muchos apreciamos los beneficios.

Pero apagar una luz, de vez en cuando, al mismo tiempo, puede parecer insignificante, pero en realidad es un acto de amor.

Amor por la noche.

Amor por la naturaleza.

Amor por la posibilidad de volver a mirar al cielo y la esperanza de no perder el lado humano.

 

 

 

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